Una invitación a oír la última palabra: muere Josep Casadesús, profesor y microbiólogo vitalista

hace 1 año 207
El microbiólogo Josep Casadesús, en una imagen cedida por sus amigos.El microbiólogo Josep Casadesús, en una imagen cedida por sus amigos.

Josep Casadesús fue catedrático de Genética en la Universidad de Sevilla, y dedicó su vida a Salmonella enterica como organismo modelo de patogénesis bacteriana y genética microbiana. Nada es pequeño en microbiología, porque los microbios, incluso un solo microbio, ofrece la imagen más completa posible de toda la Naturaleza, de toda la Vida. Por eso los que aman un microbio aman toda la vida; por eso nuestro amigo —seguirá por siempre siendo nuestro amigo— es un microbiólogo vitalista. Siempre incluía al final de sus mensajes —siempre tan cariñosos— una frase, en francés, de Louis Pasteur que sin duda define su pasión: “Messieurs, ce sont les microbes qui auront le dernier mot”; “le dernier mot”, la última palabra, que él nos invita a oír atentamente, porque esa palabra contiene la Vida.

Josep Casadesús, que firmaba “Pep(e)” para consagrar la unión de sus patrias, nació en Casserres, un pequeño pueblo de la comarca del Berguedà, Cataluña, España. Obtuvo su doctorado trabajando con Rhizobium en la Estación Experimental del Zaidín, CSIC (Granada, España) bajo la supervisión de José Olivares. Como postdoctorado, Casadesús recibió formación en biología molecular en la Universidad de Sussex (Falmer, Inglaterra) trabajando con Ray Dixon, y en genética bacteriana en la Universidad de Utah (Salt Lake City, EE UU) trabajando con John Roth. Ha sido profesor invitado en el Biozentrum, Universität Basel (Suiza) y en la Università degli Studi di Sassari (Cerdeña, Italia).

En 1995 impulsó la creación del Grupo de Microbiología Molecular de la Sociedad Española de Microbiología, del que fue Presidente hasta el año 2000, y Vicepresidente de la Sociedad Española de Genética (1995-1999). De 2005 a 2010, Casadesús fue Embajador de la Sociedad Americana de Microbiología (ASM) en Europa Occidental. A lo largo de los años, ha sido un activo editor y traductor de libros. El legado filosófico de Max Delbrück ¿Mente a partir de la materia? es su traducción favorita al español. Como editor de libros, recordamos el significativamente titulado Descifrar la Vida (1994), junto con Ruiz Berraquero, y su tarea editorial más reciente, Epigenetics of Infectious Diseases (2017), coeditado con Walter Doerfler. Fue editor de Plasmids, International Microbiology y PLoS Genetics. En 2019 fue elegido miembro de la Academia Europea de Microbiología.

En estos últimos años, las investigaciones de Pep(e) se centraron en las ADN metiltransferasas. Dio un paso más en la comprensión de la información genética, estudiando como esa información fluye también entre los genes (control transcripcional, epigenética) a través de los procesos de modificación del ADN. Hay que resaltar que cuando comenzó a trabajar en esta línea el campo era muy reducido y los pocos laboratorios interesados en la epigenética bacteriana formaron un pequeño club. En los últimos seis o siete años, se sentía enormemente complacido al ver un crecimiento espectacular del campo y un número cada vez mayor de artículos inspiradores sobre epigenomas de ADN bacteriano. Fue consciente (y feliz) al constatar hasta qué punto había contribuido personalmente a abrir un fértil campo de investigación sobre la Vida.

Así era Pepe, disfrutaba genuinamente del avance común de la Ciencia en el sentido más puro. En su opinión (y en la nuestra), hay muchos desarrollos emocionantes en marcha en microbiología. Estaba especialmente atento a la posibilidad de explorar si existían patrones ordenados en la reducción genómica, cómo se explicaban las interacciones microbianas en los microbiomas, la terapia con fagos, la genómica de células individuales y la modificación epigenética del genoma eucariótico impulsada por las interacciones huésped-patógeno. Hubiese querido progresar más en la modelización matemática de procesos complejos, crucial para comprender lo que está sucediendo y sobre todo por dónde hay que explorar. Ser consciente de lo que se debería hacer es una condición del buen científico, como lo era Pep(e).

Pep(e) era un enamorado de la Microbiología, y sabía transmitir a sus alumnos la pasión por el conocimiento y la ciencia. La Ciencia desde nuestro país. Pepe tuvo una trayectoria internacional amplísima, y pudo haberse establecido en cualquier país del mundo. Sin embargo, eligió Sevilla, interrumpido por los veranos en Santa Pola, para inculcar en los jóvenes no solo el amor, sino también el respeto, por la ciencia y la experimentación estricta y precisa. No le gustaban los grandes titulares ni las revistas que seguían las modas científicas. Prefería las revistas de siempre. Y comer. No concebía una reunión científica, una tesis o una visita sin disfrutar de los manjares locales, el vino perfectamente maridado y una larga sobremesa en la que podía hablar de ciencia, literatura, filosofía y arte (como el Retablo de Pedro de Campaña en la Catedral de Santa Ana de Triana). Pep(e) abrazó la vida con entusiasmo, y cuidó a sus amigos y colegas. Consecuencia de ello, el inmenso pesar de su marcha prematura, rápida, sin molestar, muy a lo Pep(e).

Nunca eludió hablar de la muerte, que siempre le pareció formar parte de la vida con naturalidad. Cuando murió su padre, en 2007, su homenaje particular fue escuchar el Requiem de Johannes Brahms, en una versión que había comprado con antelación, viendo que el momento se acercaba. Aparte de que siempre fue brahmsiano, el hecho de que Brahms compusiera el Requiem cuando murió su madre lo hacía especialmente apropiado. Además, como decía, Brahms es luteranamente austero y sereno, especialmente en su segundo movimiento, que siempre fue su preferido.

Denn alles Fleisch (Entonces toda la carne), es ist wie Gras (es como la hierba), und alle Herrlichkeit des Menschen (y toda la grandeza del hombre) wie des Grases Blumen (es como la flor de los prados); Das Gras ist verdorret (la hierba está seca), und die Blume abgefallen (y la flor está marchita).

Pero como la hierba y las flores, la memoria de Pep(e) Casadesús volverá a crecer por siempre.

Celebremos haber podido comer con él en los verdes campos nutridos por los microbios eternos. Gracias por haber vivido, querido Pep(e), gracias, amigo.

Bruno González Zorn, Universidad Complutense de Madrid.

Fernando Baquero, Instituto Ramón y Cajal de Investigación Sanitaria.

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