La ayuda de EE UU es crucial para Ucrania

hace 1 semana 41

El sábado pasado, la Cámara de Representantes finalmente superó la oposición del movimiento MAGA [siglas en ingles de Hacer que Estados Unidos vuelva a ser grande] y aprobó un nuevo paquete de ayuda para Ucrania. El Gobierno de Biden tenía seguramente material listo para ser enviado, solo a la espera de la autorización del Congreso, por lo que los efectos de este logro legislativo serán rápidos.

Al igual que muchos observadores, me siento a la vez aliviado, avergonzado, enfadado y preocupado por lo ocurrido. Me alivia que una nación asediada probablemente reciba ayuda a tiempo para sobrevivir, al menos durante un tiempo, algo que estaba cada vez más en duda dada la abrumadora superioridad de la artillería rusa. Me avergüenza que las cosas hayan llegado a este punto, que Estados Unidos haya estado tan cerca de traicionar a una democracia en peligro. Estoy enfadado con la facción política que bloqueó la ayuda durante tantos meses, y no por preocupaciones razonables sobre el coste, sino seguramente porque quieren que Vladímir Putin gane. Y me preocupo porque esa facción sigue siendo poderosa y podría seguir sentenciando a este país europeo.

Pero permítanme dejar a un lado las emociones y tratar de hacer un poco de análisis. En concreto, permítanme opinar sobre algunos de los mitos en torno a la ayuda a Ucrania. No, el gasto a este país no es una carga enorme para Estados Unidos, a costa de las prioridades nacionales. No, Estados Unidos no soporta este coste en solitario, sin la ayuda de nuestros aliados europeos. Sí, la ayuda estadounidense sigue siendo crucial, en parte porque Europa puede aportar dinero, pero aún no está en condiciones de suministrar suficiente material militar.

Para entender estos puntos, me parece útil recordar un clarísimo paralelismo histórico con la actual ayuda a Ucrania: el programa de Préstamo y Arriendo de Franklin Roosevelt, que empezó a suministrar ayuda al Reino Unido y China en 1941, antes de que Pearl Harbor involucrara oficialmente a Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial. A menudo se olvida lo controvertida que fue esa ayuda en su momento. Probablemente mucha gente sepa que hubo un movimiento, America First o Estados Unidos Primero, que se oponía a prestar cualquier ayuda al asediado Reino Unido, en parte porque algunos de sus líderes más destacados, especialmente Charles Lindbergh, eran racistas y simpatizaban abiertamente con los nazis.

Sospecho que menos gente es consciente de que, incluso en el Congreso, el Préstamo y Arriendo era una cuestión profundamente partidista. El proyecto de ley inicial, promulgado a principios de 1941, fue aprobado por la Cámara de Representantes con muy poco apoyo republicano. Y lo que es todavía más sorprendente, el apoyo al Préstamo y Arriendo estaba estrechamente relacionado con la ideología económica. Casi todos los liberales estaban a favor de apoyar al Reino Unido en su hora más oscura; muchos conservadores, no. Sin embargo, la ayuda fue aprobada. El Congreso asignó 13.000 millones de dólares antes del ataque a Pearl Harbor. En aquella época, se trataba de una suma ingente: alrededor del 10% del PIB anual de Estados Unidos. Sin embargo, y resulta un tanto curioso, el armamento no representaba una gran parte de ese total. En efecto, Europa había empezado a rearmarse años antes de que comenzara la Segunda Guerra Mundial, mientras que unos Estados Unidos aislacionistas no habían desarrollado una gran industria de defensa. En consecuencia, la mayor parte de la ayuda inicial de Estados Unidos adoptó la forma de alimentos; al principio éramos menos el arsenal de la democracia que su granero.

¿Cómo se puede comparar la ayuda a Ucrania con esa experiencia? En primer lugar, es mucho menor en relación con el tamaño de nuestra economía. El paquete que acaba de ser aprobado duplicará la ayuda acumulada que hemos dado a Ucrania, pero sus cerca de 60.000 millones de dólares representan menos de la cuarta parte del 1% del PIB. Cualquiera que afirme que un gasto de esta magnitud quebrará el presupuesto, o que interferirá gravemente con otras prioridades, es incompetente en el cálculo aritmético, poco sincero, o las dos cosas.

¿Y qué hay de las afirmaciones de que Estados Unidos soporta una parte excesiva de esa carga? La semana pasada, Donald Trump acusaba a Europa de no pagar lo que le corresponde: “¿Por qué Estados Unidos ha contribuido con 100.000 millones de dólares más que Europa a la guerra de Ucrania, y eso que nos separa un océano? ¿Por qué Europa no puede igualar o corresponder la cantidad aportada por los Estados Unidos?”

La respuesta a sus preguntas es que sus afirmaciones son falsas. Como informa el Instituto Kiel, “los datos muestran que la ayuda europea total ha superado desde hace tiempo a la estadounidense, no solo en cuanto a compromisos, sino también en lo que se refiere a asignaciones específicas de ayuda enviadas a Ucrania”.

Lo que sí es verdad es que Estados Unidos ha proporcionado más ayuda militar que Europa. ¿Por qué? Recordemos que en el primer año del programa Préstamo y Arriendo, Estados Unidos no era capaz de suministrar muchas armas, a pesar del inmenso tamaño de su economía, porque muchos años de gasto militar bajo nos habían dejado con una base militar-industrial subdesarrollada. Tuvieron que pasar un par de años para que el poderío industrial de Estados Unidos se tradujera en un poderío militar comparable. En estos momentos, Europa se encuentra en una situación similar. Tiene dinero para ayudar a Ucrania, y en general también la voluntad, pero no tiene capacidad de producción para satisfacer las necesidades militares de Ucrania. ¿Cambiará esto? Europa avanza hacia una mayor capacidad militar, pero más lentamente de lo que debería, y la ayuda estadounidense sigue siendo fundamental. Así que, como he dicho, me alivia que Estados Unidos haya liberado por fin una ayuda esencial, pero me sigue preocupando mucho el futuro. Por ahora, al menos, el apoyo estadounidense sigue resultando crucial para la supervivencia de Ucrania.

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