Hay un antes y un después en la trayectoria, todavía corta, de Jannik Sinner, reciente campeón de Wimbledon. Lo marca el verano de 2023, cuando después de un largo proceso de ensayo y error, el italiano y su entorno llegaron a la conclusión de que su cuerpo no estaba lo suficientemente preparado para el desafío físico de los grandes escenarios. Entonces, el actual número uno tuteó a Alexander Zverev sobre el cemento de Nueva York, pero aquella noche su musculatura fue cediendo y terminó agotado y acalambrado. Perdió, pero ese día cundió la sospecha de que en el caso de que su carrocería hubiera aguantado, habría prevalecido en términos de juego sobre el alemán.
Fue el punto de inflexión. El giro definitivo. A partir de ahí, aquel Sinner emergente se abonó al gimnasio y dobló las sesiones de trabajo con el objetivo de ganar fuerza y resistencia, aspecto imprescindible en un deporte tan marcadamente atlético como el de hoy. Piernas y más piernas, pulmones y más pulmones; la técnica y la palanca ya le venían de serie. “Este ha sido un año para entenderme mejor en ciertas situaciones. Físicamente he mejorado, soy más fuerte”, concedía dos meses después, en el contexto de la Copa de Maestros de Turín. Para entonces ya se había hecho con los títulos de Pekín y Viena, pero, por encima de todo, había dado el salto exponencial que necesitaba.
Desde ese instante, Sinner activó el turbo para configurar lo que una vez analizado el recorrido se traduce en una tiranía. Desde aquel paso por China, el rey del circuito ha ganado 119 de los 130 partidos que ha disputado (91,5%) y supera un promedio de éxito del 80% sobre las tres superficies: dura (94,1%), tierra batida (84,6%) y hierba (89,5%). También expresa su dominio el registro frente a los rivales del top-20 (83,8%) y el top-10 (80,5%), así como una regularidad sin igual en el circuito. Rara vez su nombre no figura en el cartel de una final y desde que alzase el trofeo pequinés, se ha hecho con 13 de los 25 torneos en los que ha competido. El último de ellos, su primer Wimbledon.

Sinner accedió a la élite de una manera muy distinta a la de Alcaraz. De ambos existían sobradas pistas, pero mientras el murciano directamente derribó la puerta, convirtiéndose en el número uno más joven de todos los tiempos, el de San Cándido fue apoderándose de su deporte de forma progresiva y sostenida, más lineal. El español irrumpió antes, a lo grande, de forma brusca, mientras que él no terminó de romper hasta el Open de Australia del curso pasado. Ahora bien, a partir de ahí, un gobierno prácticamente incuestionable. Pese a que el de El Palmar y él vayan repartiéndose los majors, tres y tres desde el laurel oceánico, y de que ambos hayan conseguido los mismos premios, nueve, su fiabilidad y su mando no admiten discusión.
Un “adelantado”
Alcaraz ha mejorado su frecuencia en las estaciones finales, pero desde que la carrera de Sinner quedase en entredicho en septiembre del año pasado, a raíz de la mancha de clostebol que la Agencia Mundial Antidopaje (AMA) consideró finalmente involuntaria, su rendimiento ha sido extraordinario. A partir de ahí, agosto de 2024, el líder de la ATP ha conquistado siete de los once torneos por los que ha desfilado; en los que cuatro en los que no triunfó, alcanzó en tres de ellos la final y tan solo patinó recientemente en Halle, adonde acudió todavía con la herida del desenlace Roland Garros abierta. Su reacción, sin embargo, ha sido inmediata. Y fulminante. No olvida, además, que tuvo la final francesa en su mano. A un centímetro de la victoria.
Han transcurrido ya 58 semanas —las mismas que totalizó Jim Courier— desde que se hizo por primera vez con el trono —en junio del año pasado— y, a sus 23 años, el jugador tirolés amenaza con extender un reinado que hoy por hoy únicamente debate Alcaraz. Sin embargo, la brecha era grande y, pese a la fabulosa primavera del murciano, continúa siéndolo: entre uno y otro, 3.430 puntos de diferencia. La estancia del murciano en la cima se prolongó 36 semanas y fue interrumpida tres veces por Novak Djokovic. En cambio, desde que la hollase Sinner, prácticamente no ha aflojado y enfila ahora una recta sobre cemento, primero y a cubierto, después, que casa con su tenis.

“Quiero jugar entre 10 y 15 años más”, apunta tras haberse coronado en Londres, después de un trazado que solo consiguió desestabilizar Grigor Dimitrov. Antes de que el búlgaro se rompiera muscularmente, el italiano había sufrido un percance en el codo que no le impidió seguir desplegando su propuesta erosionante el resto de los días. De ahí en adelante, zarpazos y ritmo. Impactante ese estilo, esa intensidad, esa continuidad. “Nunca he visto a nadie jugar al tenis tan agresivamente como Sinner”, opina Mats Wilander en L’Équipe; “algunos golpean más fuerte, pero nadie llega a la pelota tan rápido y la juega en el movimiento ascendente, sin esperar a que baje. Su tenis está cinco o diez años adelantado”.
Al margen de los paralelismos con Novak Djokovic, por el equilibrio y la cadencia desde ambos perfiles, derecha y revés, Sinner ha ido reforzando un sello propio. Frente al fuego y la expresividad del serbio, su extrema frialdad, una concentración a prueba de bombas y una capacidad física creciente. “Todo el mundo le tiene como un referente, como un jugador a batir. Creo que muchos se fijan en él para mejorar”, señala Alcaraz, mientras él mantiene la guardia alta y sigue puliéndose sin descanso, sabedor de que en la gira norteamericana sobre cemento será la principal rueda a seguir y que, a partir de septiembre, defiende muchos puntos: “Nos prepararemos, porque él va a venir a por mí de nuevo. Y no solo Carlos, sino todos”.
UN DÉFICIT A RESOLVER: EL QUINTO SET
A. C. | Londres
Desde que la ATP estableciera oficialmente su ranking, en agosto de 1973, tan solo tres jugadores firmaron una primera secuencia ininterrumpida en lo más alto más prolongada que la de Sinner, con 58 semanas. En concreto, fueron Roger Federer, a años luz (237) y bien secundado por Jimmy Connors (160), y el australiano Lleyton Hewitt (75).
Al margen de los datos que refrendan su poderío, su trayectoria presenta otro que refleja una cuenta pendiente. Pese a que en los partidos al mejor de cinco sets tiene un balance de 43 triunfos y solo tres derrotas, en aquellos que tuvo que dirimir en el quinto parcial, concretamente, suma más derrotas que victorias (6-10).
De hecho, desde 2024, cuando festejó su primer grande, ha perdido tres y ha ganado solo uno. Fue en la final de Australia de ese año, al remontar un 0-2 frente a Daniil Medvedev. Posteriormente perdió contra Alcaraz en Roland Garros y el ruso en Wimbledon, y hace poco más de un mes volvió a inclinarse ante el español en el Bois de Boulogne.