Badosa se examina en las alturas

hace 2 años 73

“A veces veo repetida la final, lo que hice aquel día contra Azarenka, y todavía sigo preguntándome si eso ha pasado de verdad. Tengo que pellizcarme…”.

Desde que el pasado 18 de octubre venciera a la bielorrusa en un extraordinario duelo de tres horas en Indian Wells, para muchos el mejor partido de todo el curso pasado en el circuito femenino, Paula Badosa vive una nueva realidad, con todo lo bueno y lo malo que ello conlleva. La fama y la resonancia se han multiplicado, los focos la apuntan como soñó desde que era una niña y empezó a empuñar la raqueta, y su nombre ya figura entre los más selectos del listado; por el contrario, la catalana, de 24 años, ha comprobado en los cinco últimos meses qué significa estar señalada y vivir en la azotea de su deporte, el lugar que ha devorado a tantos y tantas tenistas fruto del vértigo y el mal de altura.

Ese día, tremenda la exhibición, convertida en la primera mujer española que holló la cima en el Valle de Coachella, supuso un giro radical para ella. La ascensión progresiva que mantenía se transformó en un salto cualitativo, reforzado poco después en Guadalajara (México) con el destacado papel que tuvo en la Copa de Maestras (semifinales) y el ingreso en el top-10 de la WTA junto a las más fuertes. Todo ello hizo que pasara de promesa a realidad, y de un confortable segundo plano a la primera línea de fuego. Es decir, en el tenis es muy distinto pisar una pista como favorita a hacerlo como alternativa, y ahora es una de las jugadoras a batir. Esto multiplica exponencialmente la presión.

“No hay secretos, debo luchar. Por supuesto, hay que tener talento, pero en mi caso tengo que encontrar ese nivel competitivo y no dejar que lo demás me afecte mucho”, exponía estos días en el desierto californiano, el gran trampolín de su carrera. “Me ha cambiado la vida radicalmente. Yo sigo siendo la misma, pero el entorno ha cambiado muchísimo”, explica a este periódico. “Sencillamente, quiero ir partido a partido y disfrutar compitiendo. La clave está ahí, en disfrutar de todos y cada uno de los puntos que disputo. Eso fue lo que me hizo ganar aquí el año pasado y lo que me permitió ganar los partidos”, agrega la española.

Actualmente, Badosa ocupa el séptimo peldaño del ranking mundial y llegó a ser la número cuatro hace dos semanas. Cerró el curso pasado lanzada y comenzó esta temporada como un tiro, con el trofeo de Sídney bajo el brazo, aunque luego perdió un punto de chispa. El reverdecer de Madison Keys la apartó del Open de Australia en los octavos y posteriormente cedió en el estreno de Dubái (contra Elena-Gabriela Ruse) y en la segunda ronda de Doha (Coco Gauff). Algo que sabe a demasiado poco para una tenista con un potencial fabuloso, protagonista seguramente de una de las escaladas más llamativas en el circuito en los últimos tiempos. Las rivales la respetan, pero también le han cogido la matrícula. Su presencia en la cota alta ya no sorprende y la motivación por vencerla se ha incrementado.

Jugar sin red

“Me gusta todo de ella”, dice la legendaria Martina Navratilova en unas declaraciones ofrecidas a la WTA. “Me encanta su actitud, su mentalidad. Es una jugadora muy completa, quizá al 95% completa. Tal vez puede mejorar en la transición, al irse a la red”, añade la ganadora de 18 grandes individuales; “seguro que está encantada de regresar a Indian Wells tan pronto y estará rebosante de confianza. Paula conoce la pista y corroboró su buen momento en Guadalajara”.

Si en 2020 pidió oficialmente pista y en 2021 dio el acelerón, este año se presenta para ella como el de la consolidación. La reafirmación. Ahora juega sin red, cada derrota escuece el doble y el riesgo aumenta; de hecho, todo lo que no sea una buena actuación en los próximos días significaría una pérdida de puntos importante y el descenso en la escalera. El equilibrio emocional y el control de la mente serán fundamentales para tratar de revalidar el título en Indian Wells –solo Navratilova lo consiguió, de 1990 (ante Helena Suková) a 1991 (Monica Seles)– y alcanzar el sueño de los sueños: celebrar un Grand Slam.

Para ello, Badosa trata de impermeabilizarse. Se refugia día a día en su núcleo duro, compuesto por su entrenador, Jorge García, su madre, Mireia Gisbert y su chico, Juan Betancourt. “Es muy importante rodearse de la gente adecuada”, precisa. “Y ahora trato de engañarme a mí misma y me digo que ganó aquí en octubre, así que no defiendo del todo el título. Así no hay tanta presión…”, dice medio en broma medio en serio, con ganas de abordar la próxima madrugada la primera cita de este año en el torneo, frente a la checa Tereza Martincova (de 27 años, 42ª del mundo).

Después de un mes poco inspirado, de que se haya estrenado un documental íntimo sobre su vida (Golpe Badosa, Movistar) y de haber fichado por Iberdrola como nueva embajadora para la igualdad en el deporte, la española debe enderezar el rumbo y recuperar el mejor tono para seguir a bordo del tren de cabeza y repetir el pelotazo de octubre, cuando rindió a su admirada Azarenka. Lo hará, en cualquier caso, sabiéndose vigilada y con su nombre iluminado por el neón. La nueva etapa le exige otro golpe de tuerca.

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