Aymar Navarro, del show del esquí extremo a las montañas más salvajes

hace 1 año 38

El pasado domingo, 17.000 personas visitaron la estación de Baqueira Beret, y 5.000 de ellas presenciaron, en un ambiente de enorme fiesta, el espectáculo de los corredores. Asistían a la apertura del Freeride World Tour (FWT) en la estación del Valle de Arán; es decir un circuito que se celebra en cinco escenarios repartidos por medio planeta y donde se citan solo los mejores esquiadores y snowboarders, mujeres y hombres. Es el mundial del freeride y será la despedida de Aymar, quien aún joven y en plena forma a sus 33 años, competitivo, ha encontrado una nueva manera de expresarse sobre unas tablas. Ha descubierto que el alpinismo puede llevarle a dibujar descensos en las montañas más elevadas y salvajes del planeta, en el Himalaya, por ejemplo. Tanto como esquiar, Aymar ha aprendido a soñar con montañas pero sus anhelos circulan a la inversa de la de los alpinistas: estos últimos imaginan líneas de ascenso cada vez más severas, mientras el esquiador sueña de arriba hacia abajo dibujando a su vez en su cabeza líneas que tengan la continuidad suficiente para ser esquiadas. Aunque sea a saltos.

Y Aymar habla de su nueva etapa con la ilusión de los principiantes mientras explica, como si se tratase de un luto, su desapego por la competición: “por un lado, se me hace raro competir con chavales de 20 años cuya aproximación a los descensos apenas tiene nada que ver con lo que a mi me enganchó en su día. Los esquiadores de ahora buscan el espectáculo del freeride trasladado a las montañas, es decir, saltos, piruetas y ejercicios cada vez más complejos. A mí me gusta esquiar una línea vertical a gran velocidad, habiendo escogido antes su trazado de forma minuciosa. Digamos que soy más clásico. Además, necesitaba un cambio. Hay que ser realista: pasó la etapa del esquí alpino y ahora ha pasado la del freeride de competición. He estado en tres finales del World Tour y creo que he cumplido todas las metas que me propuse al empezar. No he querido adaptarme a los tiempos que corren, aunque entiendo y respeto que la evolución de nuestro deporte es hacia el show, hacia el freestyle, pero creo que se ha dejado un poco en la cuneta a la gente del freeride de toda la vida. No es mi manera de ver la montaña: a mí me gusta leer la montaña, imaginar líneas y descenderlas, saltando alguna roca grande”, explica.

La diferencia principal entre los recién llegados y los que toman la salida es su relación con la montaña. Dicen que uno ama lo que ve a diario, y Aymar nació rodeado de montañas. Como buen aranés, defiende su tierra: “La gente joven tiene muy poca cultura de montaña, vienen de la estación. Ni siquiera quieren caminar para acceder al inicio de los descensos. Piden que les lleve un helicóptero”, se lamenta. En cambio, todo es nuevo para él en su nuevo reto: ahora debo aprender a escalar montañas complejas, técnicas, salvajes como requisito indispensable para atarse las fijaciones e iniciar el reto del descenso. “He recuperado la motivación absoluta, me entreno escalando en roca y en hielo, salgo con la bicicleta, hago largas salidas de montaña… Quiero grabar una historia completa, no solo una bajada, sino todo el proceso que requiere escalar una gran montaña y esquiarla. Pero me da miedo la respuesta de mi organismo ante la altitud extrema y quiero cuidar al máximo la aclimatación así que voy a empezar dos meses antes de partir con cámara hipobárica”, explica antes de aclarar que su compañero de viaje será el himalayista italiano Simone Moro.

Ambos comparten patrocinador, The North Face, y Moro es el capitán del equipo europeo, así como la recientemente fallecida Hilaree Nelson era la capitana estadounidense. La firma de equipación de montaña cree firmemente en la figura del mentor y anima a sus atletas veteranos a tutelar las actividades de los más jóvenes. “Simone es muy purista y no le hace gracia que use la cámara hipobárica para aclimatarme en casa, le parede dopaje, pero no quiero dejar nada al azar, llegar y no hacer nada porque no me aclimato. Otra cosa sería que me subiesen en helicóptero, eso ni hablar…”, aclara. Aymar y Simone planean escalar en estilo alpino una montaña en la frontera entre Tibet y Nepal que aún no han revelado, si bien no será un ochomil: “Voy cargado de dudas… la nieve allí es hielo más bien, pero soy realista, no me considero alpinista, eso que quede claro”, advierte.

A finales de marzo del pasado año, en la última prueba del FWT en Verbier, Aymar sufrió un aparatoso accidente. No se lo esperaba, y quedó tan descolocado que decidió posponer un año su despedida: “Me parecía feo, egoísta con la familia del freeride dejarlo así…”. Igual que en el mundial cada bajada se filma y emite de forma íntegra, Aymar desea hacer lo propio con sus ascensiones futuras: “hay que ser honesto a la hora de narrar lo que hago en la montaña porque no quiero que se malinterprete nada, de ahí que quiera grabarlo todo. Prefiero contar lo de la cámara hipobárica aunque se me critique. Hay muchas cosas que le élite no cuenta, pero yo quiero ser transparente. Ya estoy con miedo de lo que van a decir de mí… pero sé defender porqué lo hago así”, ríe.

Hace unos días, en Baqueira, los niños a pie de pista enloquecían cada vez que reconocían al ídolo local, uno que no sabe decir que no y se para y saluda a todos los que le piden una foto, un autógrafo. El alpinismo auténtico se practica sin público, en cambio. “Me siento más orgulloso de que los niños y jóvenes sigan a los riders, que de hacer un buen puesto. Los clubes están creando secciones de freeride, cosa que nosotros no tuvimos”. Ese será su mejor legado. De hecho, deja al también aranés Abel Moga, 22 años, instalado en el circuito como digno heredero.

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